Intento de poeta
incómoda al saberme musa.
Ondeando mi bandera
transparente.
Inútil forma la mía
de dejarme ver, ¿verdad?
Es la única que he encontrado
de asegurarte una retirada
a tiempo
de las filas de mis fobias.
Advertí de mis demonios
mucho antes de que se presentasen
por ellos mismos.
No te mentía,
corazón,
nunca lo he hecho.
El mayor amor perdido,
fue el propio.
Lo busqué en otros,
que al saberme vacía,
se hicieron los locos.
A la fuerza,
sin ser fuerte,
he aprendido
a abrazarme por las noches,
a susurrarme al oído:
'todo irá bien, pequeña',
a acariciarme el pelo
y besarme la frente.
Pero,
sigue doliendo que no seas tú,
o ella,
que un día lo prometió.
Acepté de mí
que no soy perfecta,
acierto
ni certeza.
Luzco
defectos y cicatrices
sonrisas y ganas
a partes iguales.
Seamos sinceros, cielo
nadie perfecto me resulta real,
me quedaré,
quédate,
si estás dispuesto
a lamer las heridas
de un pasado,
que todavía duele.
Acércate
si entiendes
que encontrarás en mí
la nostalgia
de quién ha perdido más
de lo ganado.
'Y
no te preocupes por mí
tengo arte
para destrozarme
sin dejar de sonreír.'
No seré tu certeza,
mi amor,
no seré tu jugada segura,
ni la carta que te hará ganar la partida.
Soy el billete
que olvidarás
en el bolsillo de tu chaqueta,
el que vale lo justo
para hacerte sonreír
cuándo lo encuentres.
Que de error en error
acabé por convertirme en errata.
Por eso, ahora,
cada vez que alguien me escribe
o pronuncia mi nombre
siento que se equivoca.
Soy
la inseguridad y la duda
la niña asustada
jugando a probarse
los zapatos de mamá.
A ver si así
también es grande y valiente.
Al igual que los zapatos,
me viene(n) grande(s).
No soy preci(o)sa,
no me pidas exactitud
en el arte de amarte.
Todo
lo que he hecho bien
en veintiún años
es
desa(r)marme.