domingo, 6 de marzo de 2016

Minutos de vida.

Dejaste miedo donde antes había cosquillas,
convertiste en hielo todas las aristas que antes ardían;
Hiciste de mi niña inocente una adulta herida
dudando de la vida.
Te llevaste mis ganas de enamorarme,
besos,
caricias,
versos,
promesas,
secretos...
Y ya lo sabía.
Lo supe aquella primera vez;
Mi cuerpo reclamando huida.
Entendí tiempo después -demasiado-
al verte marchar con tanta seguridad,
la misma que me hizo saber que volverías.
Te llevaste tanto, amor, que ni siquiera te pertenecía.
Lo supe desde que te grite que te marchases
- ¡Sal de mí, vida!
Entendí que había decisiones que eran solo mías,
corté los hilos que nos unían,
aquellos con los que aprendiste a manejarme y a formar nudos en mi garganta.
Caí.
Caí al suelo por el peso de tanta gravedad;
Me herí.
Me herí cuerpo y alma con cada intento de alas batidas;
Rechacé.
Rechacé manos tendidas y aprendí
a respirar con la fragilidad de mis costillas hundidas.
Un día a día, a día, día tras día.
Comencé.
Comencé a escuchar las voces de aquellos que me querían;
Empecé.
Empecé a reconocer mi cuerpo y lamer las heridas;
Caminé.
Caminé aún sin saber hacia donde iba, negándome a la quietud de los días.
Las costillas ya no me dolían y
respirar volvía a ser trabajo fácil para aquella niña.
Con el amor propio que quedaba junté aquellos pedazos que amaba y
sonreí al ver mis ojos en aquel espejo que durante tantos meses me negó el reflejo.
Y un día a día, a día, día tras día.
El miedo juega a esconderse en el hueco de mi clavícula
mientras cuenta a latidos -cada vez más fuertes- sus minutos de vida.
Él sabe que ahora soy yo quién le toma la medida.
Mis tacones piden a gritos sonar en mi partida;
Mis vestidos de flores reclaman la primavera de mis ojos;
Mi pelo busca el aire que durante meses le faltó a mis pulmones;
Y yo... Que siempre fui de dar lo que me pedían, -de darte lo que tenía-
me pido a mí.
Por eso un día (te) fuiste tú y
hoy me voy yo.