jueves, 23 de abril de 2015

¡Una mujer a la deriva!

Verme desde sus ojos, 
saberme entre sus líneas; 
sabernos 
sin saber a qué sabemos. 

Querernos. 

Ir más allá de kilómetros y mares; 
hablamos 
del kilómetro cero de nuestra vida, 
de mis mareas entre sus manos, 
de su sabor en la punta sus dedos, 
de mis lunares marcando el camino de 
sus 
pasos 
por 
mí, 
vida. 

Sigue siendo igual de duro 
'un invierno sin Sol' 
cómo frío 
un invierno sin él. 

Y mira 
que soy invierno, 
que puedo llegar a ser tan fría 
cómo sus vientos; 
y mira 
que le gusta perderse 
entre las hojas caídas de mis dudas, 
leerse entre rotos y destrozos. 

Llegará 
buscando salvarse, 
náufrago de sal y herida; 
vendrá 
creyéndose salvado. 

En mis resacas 
tirará de sonrisa salvavidas, 
yo seguiré su corriente... 

¡Una mujer a la deriva! 

viernes, 2 de enero de 2015

Seamos sinceros, cielo.

Intento de poeta 
incómoda al saberme musa. 
Ondeando mi bandera 
transparente. 

Inútil forma la mía 
de dejarme ver, ¿verdad? 
Es la única que he encontrado 
de asegurarte una retirada 
a tiempo 
de las filas de mis fobias. 

Advertí de mis demonios 
mucho antes de que se presentasen 
por ellos mismos. 
No te mentía, 
corazón, 
nunca lo he hecho. 

El mayor amor perdido, 
fue el propio. 
Lo busqué en otros, 
que al saberme vacía, 
se hicieron los locos. 

A la fuerza, 
sin ser fuerte, 
he aprendido
a abrazarme por las noches, 
a susurrarme al oído: 
'todo irá bien, pequeña', 
a acariciarme el pelo 
y besarme la frente. 

Pero, 
sigue doliendo que no seas tú, 
o ella, 
que un día lo prometió. 

Acepté de mí 
que no soy perfecta, 
acierto 
ni certeza. 

Luzco 
defectos y cicatrices
sonrisas y ganas 
a partes iguales. 

Seamos sinceros, cielo 

nadie perfecto me resulta real, 
me quedaré, 
quédate, 
si estás dispuesto 
a lamer las heridas 
de un pasado, 
que todavía duele. 

Acércate 
si entiendes 
que encontrarás en mí 
la nostalgia 
de quién ha perdido más 
de lo ganado. 

'Y 
no te preocupes por mí 
tengo arte 
para destrozarme 
sin dejar de sonreír.' 

No seré tu certeza, 
mi amor, 
no seré tu jugada segura, 
ni la carta que te hará ganar la partida. 

Soy el billete 
que olvidarás 
en el bolsillo de tu chaqueta, 
el que vale lo justo 
para hacerte sonreír 
cuándo lo encuentres. 

Que de error en error 
acabé por convertirme en errata. 
Por eso, ahora, 
cada vez que alguien me escribe 
o pronuncia mi nombre 
siento que se equivoca. 

Soy 
la inseguridad y la duda 
la niña asustada 
jugando a probarse 
los zapatos de mamá. 
A ver si así 
también es grande y valiente. 
Al igual que los zapatos, 
me viene(n) grande(s). 

No soy preci(o)sa, 
no me pidas exactitud 
en el arte de amarte. 
Todo 
lo que he hecho bien 
en veintiún años 
es 
desa(r)marme.