Buenos días,
corazón.
Dije.
Y no latiste.
Sabías que sería una mañana triste,
de esas en las que seguir durmiendo
es la mejor opción.
Despertaste poco a poco,
reticente.
Latiste.
Débil.
Pero de mañanas grises
nacen los rayos de sol
más puros.
Te rozó
apenas
su calor sureño
y te basto para perder el norte.
Latiste.
Latiste.
Latiste.
Latiste latiste latiste.
Aquella mañana,
bajo cualquier predicción,
no fue triste.
Qué se vistan los días de gris
y frío,
a mí
me basta con el color de sus ojos
para calentar mis huesos
y colorear mis días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario