jueves, 20 de marzo de 2014

Sureño.

Buenos días, 
corazón. 
Dije. 

Y no latiste. 

Sabías que sería una mañana triste, 
de esas en las que seguir durmiendo 
es la mejor opción. 
Despertaste poco a poco, 
reticente. 
Latiste. 
Débil. 

Pero de mañanas grises 
nacen los rayos de sol 
más puros. 

Te rozó 

apenas 
su calor sureño 
y te basto para perder el norte. 
Latiste. 
Latiste. 
Latiste. 
Latiste latiste latiste. 

Aquella mañana, 

bajo cualquier predicción, 
no fue triste. 

Qué se vistan los días de gris 

y frío, 
a mí 
me basta con el color de sus ojos 
para calentar mis huesos 
y colorear mis días. 

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