Dicen,
que para comprender un poema
del todo
hay que conocer al autor.
Se equivocan.
Para comprenderlo,
hay que conocer a la musa.
De nada vale
ser yo quien os diga,
que tiene esa sonrisa
enamorada,
tierna,
maliciosa y
tan sexy.
Sería incapaz de elegir,
de quedarme sólo
con una de sus variantes.
De nada vale
contaros,
que tiene la mirada
más bonita
que he visto jamás.
Aunque él no lo crea,
me perdería en ella
una
y mil veces.
Que mis ojos
ya no son,
ya no brillan
si no los mira.
De nada vale
tratar de explicar
como es su piel,
cuando sale de la ducha
y sin una gota de perfume
que bañe su cuerpo,
huele mejor que nada,
que nadie
en este mundo.
Y aún me gusta más,
si es posible,
cuando huele a nosotros.
Ese "nosotros"
que tanto miedo me dio en su día.
Ese "nosotros"
que no cambio por nada.
Es cierto.
Ya me gusta
hasta pelearme con él,
siempre que luego
me acoja en sus brazos,
y me recuerde
lo tonta que soy
y lo mucho, mucho
que me quiere.
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