Imposible, era
que aparecieras un día
y me revolucionaras la vida.
Que llegaras
para alborotarme el pelo,
los sentidos,
y el corazón.
Tan imposible,
como que me prestase a tu juego
para dejarme despeinar la melena
y las ideas.
Imposible, era
confiar
en esa sonrisa de conquistador,
en esos ojos
que amenazan con comerme
desde la boca
hasta el alma
al alba.
Que entraras en mí
para consentir
que provocases este caos.
Tan imposible,
como que llegases a conocer
el punto exacto en el que exploto
de placer
o rabia.
Que te adueñases de mis noches
despierta
o dormida.
Imposible, era
que una noche de tormenta
no me diese miedo.
Hasta que la pase en tus brazos.
Es por eso, amor,
que no creo en imposibles
y mucho menos
si se trata de ti.
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